La importancia del sector azucarero se refleja en su participación en el crecimiento de las economías departamentales (Ministerio del Medio Ambiente, 2002). Entre los departamentos del Cauca, Valle del Cauca, Risaralda y Quindío, suman aproximadamente 220.000 hectáreas sembradas con caña de azúcar (Saccharum officinarium), con una producción de 100 toneladas por hectárea y un rendimiento de azúcar del 11, 69 % (Cenicaña, 2009) para un total de producción de azúcar de 2´500.000 toneladas al año.
Si bien Asocaña (2007) resalta que la actividad general de la cadena azucarera está estructurada de manera sostenible, es evidente que la industria de la caña de azúcar tiene un gran impacto en su entorno tanto por su incidencia en la calidad del aire como resultado de las prácticas de quemas, como por la influencia sobre las aguas. Igualmente es importante en la valoración del impacto la evolución productiva del sector y en ella la transición hacia la producción de etanol (Ronderos y Palacios 2010).
Dadas los potenciales y reales problemas ambientales que genera el cultivo de caña de azúcar, existe en Colombia un marco jurídico que busca reducir los efectos negativos de esta actividad económica.
El Ministerio del Medio Ambiente (actualmente Ministerio del Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible) en el año 2002, elaboró la Guía Ambiental para el Sector Azucarero como un instrumento base para la implementación de medidas de gestión ambiental, con el propósito de unificar y agrupar los criterios bajo los cuales deben ejecutarse las actividades productivas de la agroindustria (Ronderos y Palacios 2010).
El marco jurídico nacional incluye reglamentación referente al uso eficiente de energía, ordenamiento del territorio, convenios de producción, gestión del agua y recursos hídricos (control de la contaminación, uso eficiente del agua, metas de vertimientos, etc.), gestión del aire (emisiones atmosféricas, recursos de reposición respecto al permiso de quema abierta controlada, etc.), manejo y conservación de recursos forestales, gestión de residuos sólidos, gestión de agroquímicos y productos peligrosos, tasas ambientales (tasas por la explotación de los cauces, tasas para el cobro por utilización de aguas superficiales, etc.), beneficios e incentivos de carácter ambiental y otras disposiciones como la acreditación de un organismo de certificación en normas ISO 14001 (ICONTEC), concerniente al Sistema de Gestión Ambiental (SGA) empresarial.
Es por ello que los ingenios y proveedores buscan implementar los SGA con políticas orientadas a manejar los impactos ambientales de sus procesos.
Dicho SGA incluye la inclusión de tecnologías ambientales como la sistematización y control administrativo del riego (recomendada por Cenicaña), la programación de riegos mediante balance hídrico (recomendada por Cenicaña), manejo sostenible del recurso hídrico mediante el diseño de los campos, reestructuración de los sistemas de conducción, distribución y riego, construcción de sistemas de reutilización del agua en fábrica y tecnologías apropiadas para el tratamiento de aguas residuales.
Por otro lado, los ingenios están implementando tecnologías para la optimización del uso del suelo, plantas de compostaje para la descomposición microbiológica acelerada y controlada de residuos vegetales y animales, tecnologías para la calidad del aire y manejo de los residuos sólidos comunes y peligrosos, asimismo, se están usando programas de control biológico de plagas y otras tecnologías amigables con el medio ambiente basadas en la prevención de la contaminación y el mejoramiento continuo.
Es menester anotar que las tecnologías ambientales reducen la magnitud, extensión e intensidad de los impactos ambientales, logrando que la contaminación del suelo, agua y aire sea “moderada” y no “crítica”. Por otro lado, las tecnologías mencionadas no abarcan la problemática de reducción de la biodiversidad y pérdida de sus potenciales bienes y servicios, donde se reemplaza una variedad de especies nativas de los ecosistemas naturales del valle geográfico del río Cauca por la dominancia de Saccharum officinarium en esas 220.000 hectáreas sembradas.