Por principio el nombre de Cumbre de las Américas remite a una división,
una separación, una fragmentación, un disenso. Es una titulación que va
en contravía de la integración que Latinoamérica está en mora de
alcanzar como posibilidad para enfrentar los retos
que un nuevo orden mundial impone.
No obstante, de antemano sabíamos el destino de esta cumbre y la función
que ella en sí ha tenido. Sabíamos, por ejemplo, que los problemas de
fondo planteados no serían tratados con la intención de hallar líneas
de acción en su tratamiento: los problemas
del narcotráfico, de los inmigrantes a Norteamérica, de la pobreza, del
bloqueo a Cuba, del colonialismo en América, entre otros, fueron
meticulosamente obviados para dar paso a una cumbre que se centró más en
estrategias de negocios de los grandes empresarios.
En este sentido es que puede hablarse del éxito de una cumbre, dado el
pragmatismo que acompañó a los mandatarios que vinieron a privilegiar
este frente de acción. Inútil entonces querer imponer al presidente de
EE UU la discusión de aquellos problemas enunciados
más arriba cuando su presencia en esta cumbre parece estar mediada
preponderantemente por el interés que tenía en ratificar el TLC con
Colombia. Un TLC al que hasta el mismo presidente Santos ve como
situación en la que unos perderán y otros ganarán. Evento,
por tanto, que ha privilegiado los negocios, en detrimento de las
grandes problemáticas que adolece la región. A lo sumo podemos pensar
merced al llamado que hacen los mandatarios a la élite empresarial del
continente para llevar la prosperidad a la mayoría,
sin caer en el proteccionismo ni en las nacionalizaciones, que la
inversión en lo social depende de un impulso de buena voluntad, por no
decir que de caridad tipo Shakira, por parte de los poderosos sectores
inversionistas. ¿Cómo poder entender entonces la
prosperidad para la mayoría, -expresión que supone ya exclusión, así
sea de una minoría- sin el proteccionismo y las nacionalizaciones
necesarios para la prosperidad de las mayorías? Cumbre entonces
maquillada en una ciudad maquillada, cuando en el fondo es
una ciudad, un continente, asediados por la miseria más vergonzosa.
El resto en este encuentro de las Américas, lo que paradójicamente
adquiere más resonancia, está dado por una gran dosis de banalidad en el
marco de lo que nos atrevemos a denominar como cumbre mediática en la
que se dio mayor resonancia a cuestiones insulsas
que a las situaciones esenciales agendadas. Al final, todos felices
pregonando el éxito de la cumbre merced al despliegue que se dio al
burro para Obama, a la niña colibrí, el retrato para el presidente o el
éxito mismo de la organización del evento.
En conclusión, pensándolo bien, es una cumbre exitosa y cumplió la
función que debía cumplir; esta no era una cumbre para ventilar las
grandes problemáticas de la región mediando el consenso; es una cumbre
en la que los poderes predominantes de los norteamericanos
y sus aliados en América Latina han dado legitimidad a las
transacciones comerciales, a la inversión privada y al TLC, en
detrimento de la inversión social tan largo tiempo aplazada. En eso sí
que podemos decir que ha sido, por virtud de ser una cumbre maquillada
de banalidad, una cumbre exitosa.
Cumbre de las Américas: Noticias, fotos y videos
Cumbre en imágenes